Un diagnóstico para la Reserva

La Facultad presentó un minucioso relevamiento de los recursos biológicos de la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria. El trabajo sirve de base para el desarrollo de un plan de manejo del predio.

6 de diciembre de 2018

La historia del predio que hoy conocemos con el nombre “Reserva Ecológica Ciudad Universitaria – Costanera Norte”, tiene raíces profundas que se remontan, por lo menos, hasta la década del 60. Pero para no recorrer historia antigua, podemos citar como un hito importante, y más cercano en el tiempo, la resolución del año 1999 que dispuso la construcción del Parque Natural Ciudad Universitaria, el Parque de la Memoria y la Plaza de la Concordia como espacio articulador entre los dos primeros. A partir de allí, hubo múltiples idas y vueltas legales y administrativas, obras que quedaron inconclusas, otras que se hicieron sin consultar a la Universidad y hasta se elaboró un plan de manejo en 2007 que, por supuesto, nunca se llegó implementar.

Lo cierto es que el Parque de la Memoria se terminó en 2008 por presión de los organismos de derechos humanos; la Plaza de la Concordia fue unilateralmente transformada por el GCBA en la estación de bombeo del Arroyo Vega, en tanto que, el Parque Natural está prácticamente igual que en 2007. “‘Igual’ significa que no se hicieron obras, pero sí se deterioró, porque hubo un avance de la vegetación exótica, se produjo una mayor colmatación y se redujo la riqueza de especies de aves, entre otros daños”, se lamentó el decano de la Facultad, Juan Carlos Reboreda.

Si bien en diciembre de 2012 fue sancionada la ley 4467 que creó Reserva Ecológica Ciudad Universitaria – Costanera Norte y se afectaron los terrenos como distritos Área de Reserva Ecológica y Urbanización Parque, la norma establecía que en un plazo de 90 días la UBA y el GCBA debían firmar un convenio específico para establecer de qué manera se iba a gestionar la reserva. Esos 90 días se transformaron en 5 años y 5 meses. El convenio recién se protocolizó en mayo de este año. En el documento, la UBA se comprometía a llevar a cabo “un relevamiento de los recursos biológicos existentes y volcarlos en un informe, a los fines de diagnosticar la situación del área”.

A partir de allí, el Rectorado le solicitó a Exactas que llevara adelante el trabajo. Con ese objetivo, la Facultad llevó a cabo una convocatoria de investigadores con experiencia en el manejo de reservas y en la elaboración de este tipo de informes. Un jurado evaluó las presentaciones y eligió a las tres personas que fueron las encargadas de coordinar el trabajo: Horacio Sirolli, Andrés de Miguel y Griselda Chaparro. Ellos, junto a una importante cantidad de colaboradores de distintos departamentos de Exactas, de otras facultades de la UBA y de otras instituciones, fueron quienes desarrollaron el trabajo. La información recopilada y producida era sometida a discusión, cada 15 días, en una mesa conformada por el decano, docentes, investigadores y estudiantes de la Facultad. Fueron en total 12 encuentros, entre el 24 de mayo y el 2 de noviembre. El día 9 de ese mes se entregó una copia del informe a Rectorado para que sea entregada al GCBA. “Nos  demoramos tres días más de lo previsto, lo cual, comparado con la demora original de 5 años y medio, es algo relativamente menor”, ironizó Reboreda.

La presentación del informe para toda la comunidad de la Facultad se llevó a cabo el miércoles 21 de noviembre en el aula 8 del entresuelo y estuvo a cargo de Reboreda y de Horacio Sirolli.

Salto de calidad

El decano comenzó la presentación destacando que el trabajo representa un salto cualitativo en relación con el conocimiento que se tiene de la reserva ya que en su elaboración se recopiló toda la información reunida en los últimos 37 años pero también se tomaron nuevos datos de campo y se analizaron los cambios ocurridos en la última década. “Es decir que, por un lado, hay información novedosa en términos de biodiversidad pero también tenemos tendencias temporales en lo que hace a tasas de colmatación del humedal, invasión de exóticas o pérdidas de especies de aves”.

Como conclusión general, Reboreda anticipó que “los indicadores nos muestran que hay un deterioro de la reserva y que es urgente tomar medidas para restaurar este ambiente”.

En concreto, el relevamiento abarca un área con una superficie total de 23 hectáreas cuyos límites son: el muro de contención de la Ciudad Universitaria, la desembocadura del arroyo White, el Río de la Plata y el Parque de la Memoria.

Para la confección del informe se analizaron las características físicas de la reserva, entre ellas: origen morfológico, clima, calidad del aire, hidrología y calidad del agua. También sus particularidades ambientales: vegetación y cobertura del suelo, tipos de ambiente, sedimentología y características costeras. Y se prestó particular atención a la biodiversidad del área, donde se hallaron más de 800 especies animales y vegetales, que abarcan: mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces, insectos, arácnidos, moluscos, hongos, dicotiledóneas, monocotiledóneas, helechos y plancton.

El trabajo incluye un registro de las principales actividades y usuarios más habituales de la Reserva, entre los que se registraron personas que habitan ese territorio, integrantes de la comunidad de Ciudad Universitaria, miembros de diversas ONG y ciudadanos.

A partir de la abundante información recolectada, el documento presenta una serie de consideraciones sobre las potencialidades y las principales problemáticas que afectan la Reserva, evaluadas en relación con los objetivos de conservación de la naturaleza, recreación y educación ambiental.

En ese sentido, se detalla que se trata de un área muy joven, producto de un relleno artificial y una posterior evolución natural. Se encuentra ubicada en un sitio con buena accesibilidad debido al gran flujo diario de personas que realizan sus actividades en Ciudad Universitaria. La calidad de su aire es superior a la del entorno y su clima es adecuado para recibir visitas todo el año, salvo durante eventos climáticos puntuales, potencialmente riesgosos, como tormentas eléctricas o vientos intensos.

El nivel del Río de la Plata influye en la posibilidad de permanencia en la costa (ramblas y muelles) y cuando los valores superan los dos metros comienza a ser riesgoso. Por el contrario, los accesos (puente rojo y Plaza de la Concordia) y la mayor parte de la península se encuentran por arriba de la cota de nivel máximo de crecida de los últimos 27 años.

En cuanto a la flora, la abundancia de plantas es predominantemente no nativa en los ambientes terrestres y nativa en el humedal. El área posee una destacable riqueza de ambientes, considerando su acotada superficie, que aparecen relativamente equilibrados en su extensión: humedal, bosque y pastizal ocupan cerca de un tercio del territorio cada uno.

El área diagnosticada posee un registro de más de 800 especies de seres vivos lo que demuestra su capacidad como reservorio de biodiversidad y como unidad de conservación. A diferencia de las plantas, las especies de animales registradas son principalmente autóctonas de la región. La presencia de diversas especies de aves es particularmente importante, equivalen a casi un cuarto de todas las registradas en Argentina. Dentro de este grupo se encontraron especies amenazadas de extinción a nivel nacional, migrantes invernales y estivales.

Las obras que se llevaron a cabo en 2006 provocaron importantes modificaciones ambientales como la conversión de superficies vegetadas en tierra desnuda -que se revegetó relativamente rápido-, y la aparición de una considerable superficie de hormigón, cuyo impacto perdura hasta la actualidad. Por otro lado, se pudo constatar que, hoy día, no se registran 38 especies de aves que habitaban el área antes de 2008.

En función del diagnóstico realizado, el informe presenta algunos lineamientos operativos que deberían tenerse en cuenta a la hora de confeccionar el plan de manejo de Reserva. Estas sugerencias abarcan distintas temáticas relacionadas con los accesos al predio, la situación de la Plaza de la Concordia y aspectos relacionados con la seguridad y vigilancia del lugar.

Finalmente el documento propone dividir el área diagnosticada en cuatro zonas con diferentes objetivos y usos permitidos (ver figura). La primera, intangible, cuyo objetivo es la conservación, en la cual sólo se permiten actividades de investigación y restauración ecológica, y el ingreso de personas autorizadas. La segunda, de uso público extensivo, en la que se priorizan los objetivos de interpretación y educación ambiental. Aquí se permite el tránsito no masivo de público por senderos limitados y la instalación de estructuras de bajo impacto como garita de seguridad, bancos, mesas, miradores, bebederos, barandas de seguridad o delimitación y carteles. La tercera sería de uso público intensivo cuyo objetivo principal es la recreación, en donde se admite el tránsito más masivo de visitantes y la instalación de estructuras de mediano impacto como sanitarios. El cuarto espacio se trataría de una zona de uso especial para objetivos operativos. Aquí se podría instalar infraestructura para visitantes (centro interpretación, baños, etc.) y para el personal (oficinas, estacionamiento, taller, etc.).

El largo camino hacia la Reserva

Una vez finalizada la presentación llegaron las preguntas del público. Varios de los asistentes se mostraron ansiosos por aprovechar la reserva y pidieron precisiones sobre los pasos a seguir para alcanzar cuanto antes la efectiva implementación del área natural.

En ese sentido, Reboreda describió el escenario que se abre de aquí en adelante y detalló qué acciones puede realizar la Facultad para acelerar este proceso. “Este es el primer paso. Hasta ahora, lo que hicimos fue cumplir con lo dispuesto por el convenio UBA-GCBA en el plazo establecido para no dilatar más la cuestión. Pero todavía queda casi todo por hacer”.

Y agregó: “Desde ya la intención, con esta presentación, es ejercer una sutil presión sobre el GCBA y la UBA para que todo esto no se dilate cuatro, cinco o diez años más. Es necesario que se reúna el Consejo de Gestión, que es el organismo que regirá esta unidad administrativa. Nosotros, con el acuerdo de la UBA, vamos a tratar de empezar a trabajar en un plan de manejo, pero lo que vaya a hacer el GCBA no lo sabemos. Está claro que la UBA puede aportar recursos humanos y conocimiento, pero no puede poner los recursos necesarios para terminar este parque y para mantenerlo, con la presencia de guardaparques, vigilancia, control de accesos. Es indispensable un compromiso del GCBA para que esta reserva pueda ser utilizada plenamente por la comunidad de Ciudad Universitaria y por los habitantes de la Ciudad y el Gran Buenos Aires.

Online

El informe completo está publicado y puede descargarse desde la siguiente página web: https://exactas.uba.ar/reservaecologica-cu. Además en ese sitio se van a ir volcando todas las novedades que se produzcan sobre el tema.

Gabriel Rocca