Un cerebro atento

Michael Posner, un pionero de la neurociencia cognitiva, especializado en el estudio de los procesos que rigen el fenómeno de la atención, estuvo en la Facultad para recibir el diploma de Doctor Honoris Causa de la UBA y dar una charla. Dos horas antes del acto conversó con el Cable.

14 de abril de 2010

Se graduó en Ciencias Físicas pero decidió doctorarse en Psicología. Desde entonces, recorrió un largo camino que permitió integrar a la psicología cognitiva con la neurociencia. Es autor de más de 300 publicaciones y, entre sus trabajos más significativos, se encuentran sus estudios sobre los componentes elementales de la lectura y de la atención. Mediante neuroimágenes, consiguió generar mapas cerebrales de los diferentes componentes atencionales. Además, pudo determinar que existen diferencias biológicas y ambientales que modulan el funcionamiento del cerebro y que son parte de la individualidad de cada persona.

En el Laboratorio de Neurociencia Integrativa del Departamento de Física, que dirige Mariano Sigman, Posner charló con el Cable.

– ¿Qué lo decidió a ir desde la física hacia la psicología?

– Yo solamente llegué a hacer la licenciatura en Física y, aunque es un hermoso campo, me dí cuenta de que era muy difícil y que no tendría mucho éxito en él. Por lo tanto, decidí dedicarme a un área que tuviera más o menos los mismos temas pero en donde tuviera más oportunidades.

– ¿En qué lo ayudó su formación en física para su trabajo actual?

– Me ayudó a hacer preguntas importantes y, también, a saber que se puede obtener una respuesta a esas preguntas. De todos modos, me llevó 51 años publicar un paper en una revista de física. Finalmente, lo logré el año pasado.

– ¿Por qué eligió centrarse en el estudio de los procesos que involucran la atención?

– Me pareció que era una perspectiva fundamental para entender el pensamiento, porque tocaba sus aspectos más esenciales.

– Usted mostró que la atención involucra tres operaciones en serie: “desengancharse” del objeto enfocado, desplazar el foco de atención y “engancharse” con un nuevo objeto. ¿No cree que es un proceso ineficiente? En otras palabras, ¿no cree que sería más eficiente que esas operaciones se procesaran en paralelo?

– Hay algo lógico en la necesidad de que estas operaciones que hace que tengan que ser seriales. De hecho, antes de empezar a hacer algo hay que terminar de hacer otra cosa. Los niños pequeños no tienen todavía este mecanismo bien segmentado y, muchas veces, empiezan a hacer algo antes de haber terminado lo anterior. Por ejemplo, pueden estar mirando algo que les resulta interesante y pueden llevar el brazo a otro lugar, que es un nuevo foco de atención, sin haber perdido el anterior, es decir, manteniendo la mirada en el primer foco. Aunque el cerebro ya está muy preparado desde el nacimiento, la organización de estos componentes elementales de la atención es un aprendizaje. Por otra parte, hay algo óptimo en el hecho de que la atención y los ojos no vayan juntos. Porque la atención es más rápida que los ojos, va primero, hace una evaluación rápida de si lo que está pasando realmente vale la pena o no y, si ese es el caso, entonces los ojos siguen la decisión de la mente. Entonces, hay alguna optimización en que, de alguna manera, la mente se separe de los ojos.

– ¿Sus trabajos sobre componentes elementales de la atención y de la lectura hablan de un interés particular suyo en el tema educativo?

– Definitivamente. Trabajé durante muchos años en la cuestión de la lectura y, de hecho, ese fue el primer tema que utilicé para los estudios con imágenes cerebrales. Y ya en aquellos trabajos tempranos había elementos útiles para la educación. Hubo 50 años de controversia acerca de enseñar a leer por fonética o por medio de tarjetas con palabras. Nuestros trabajos mostraron que el cerebro tiene dos áreas separadas de lectura: un sistema que reconoce la palabra, que lo que hace es amalgamar todas las letras en una palabra, y un sistema que detecta la sonoridad de las palabras, y la lectura tiene que ver con empalmar esas dos cosas.

– ¿Considera que hoy se enseña bien a leer?

– No. Hoy disponemos de la información para enseñar bien a leer. Pero el uso de esa información ya no es un problema científico sino político.

– Sus trabajos muestran que la atención se consolida entre los cuatro y los seis años de edad. ¿Cómo debería considerarse esto a la hora de pensar el sistema escolar?

– Tener una idea de cuándo se desarrolla nos da pistas sobre cuándo intervenir para lograr una influencia mayor sobre la atención. Eso no quiere decir que después de esa edad la atención no pueda entrenarse, pero es el momento de máxima sensibilidad.

– La búsqueda de diferencias individuales es un aspecto original de su trabajo en el campo de la neurociencia cognitiva. En este sentido, usted encontró una relación entre la genética del individuo y el desarrollo de la atención…

– Encontramos genes cuyos alelos están relacionados con la eficiencia en el desarrollo de redes de atención. Nosotros no tenemos realmente un retrato de cómo esos genes exactamente desarrollan esas redes. Pero vimos que las diferencias individuales en la eficiencia de las redes están particularmente relacionadas a polimorfismos, a diferencias en los genes.

– ¿Qué implicancias tiene eso?

– Eso implica que, hasta cierto punto, hay un control genético en el desarrollo de las redes. Pero nosotros también mostramos que esas diferencias genéticas también interactúan con la experiencia. Por lo tanto, no es una historia puramente genética. Tampoco es algo puramente relacionado con la experiencia. Hay una especie de interacción.

– Los estudios sobre la genética de la conducta siempre han sido polémicos por la posibilidad de discriminación. En este caso, por ejemplo, un determinado alelo podría estar determinando la capacidad de atención de un individuo y, por lo tanto, su capacidad laboral y sus posibilidades de conseguir trabajo ¿Qué reflexión le merece esto?

– Como cualquier clase de información puede ser utilizada para bien o para mal. Nuestros hallazgos muestran que la experiencia puede producir modificaciones en la influencia de estos genes y, por lo tanto, que un déficit podría ser corregible con una intervención a tiempo. Pero la humanidad es bastante inventiva, particularmente para encontrar razones para discriminar a la gente. Y, sin duda, ésta puede ser una de las tantas. En cualquier caso, los estudios que hacemos son completamente anónimos por requisitos éticos del procedimiento.

– ¿Cuán determinante considera usted que es la genética en la conformación de las redes de atención en relación con la influencia de la experiencia?

– Ambos factores interactúan de una manera tan íntima que no se puede separar la contribución de cada uno de ellos.

– En un texto suyo del año 2003 usted predice que, algún día, el conocimiento de las diferencias genómicas individuales nos dirá qué personas se beneficiarán de una forma determinada de entrenamiento de la atención.

– Eso ya ocurrió. En Holanda, un grupo de investigadores mostró que, en presencia de un determinado alelo, un determinado programa de entrenamiento funciona y que, en ausencia de ese mismo alelo, no funciona.

– Entonces podría imaginar un sistema educativo personalizado…

– Sí, puedo imaginar ese tipo de educación, sobre todo con el uso de las computadoras. De hecho, eso ya sucede pero sin tener en cuenta a la genética. Hoy ya uno puede diseñar diferentes programas de entrenamiento para personas que tengan distintos tipos de comportamientos. Muchas de las diferencias genéticas lo que en realidad afectan son las cuestiones del temperamento, como la inhibición o el atrevimiento. Y esas conductas modulan el aprendizaje. Por lo tanto, esas condiciones podrían detectarse, con genes o sin genes, y, de esta manera, podría confeccionarse un sistema educativo que optimice la educación de las personas de acuerdo a su naturaleza.

– En sus estudios acerca de las diferencias individuales en el desarrollo de las redes atencionales, ¿encontró diferencias de género?

– Hemos encontrado diferencias de género. Por ejemplo, las niñas desarrollan mucho antes que los varones el sistema de orientación de la atención. Tienen una capacidad de orientarse y enfocarse mucho más establecida que los varones. Pero ese tema no ha sido el foco de mis estudios.

– Podría decirse que Buenos Aires es un centro mundial del psicoanálisis. En su formación como psicólogo habrá escuchado hablar de Freud y del inconsciente: ¿Cómo concibe al inconsciente en el marco de sus investigaciones?

– Freud hizo mucho para ayudar a comprender la importancia de los procesos inconscientes y las neurociencias también mostraron muchos de estos procesos. Desde la neurociencia hay mucha evidencia experimental que muestra que hay aspectos del inconsciente que modifican el comportamiento sin que lleguen al conciente, al ego. De hecho, hay maneras experimentales de medir eso. Por ejemplo, utilizando estímulos muy breves que condicionan el comportamiento pero que no llegan a la conciencia. En lo que no creo es en la integridad de la idea de Freud del inconsciente y, sobre todo, que el inconsciente sea una semilla motivacional. No me consta que haya una gran evidencia empírica a favor de eso desde la neurociencia. Pero sí de la existencia de un inconsciente, o de una gran cantidad de procesamientos inconcientes que modifican el comportamiento sin llegar al ego.

– ¿Qué aplicaciones clínicas se pueden esperar en el futuro de sus líneas de trabajo actuales?

– Ya las hubo y no tantas como uno hubiera querido. En el futuro debería haber más.

– El título de su conferencia en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales es “Las redes neurales de la atención en relación con el aprendizaje de la ciencia”…

– Pensé que iba a dar una charla para físicos, químicos, biólogos, matemáticos y científicos de la computación y entonces me pregunté qué tienen todos ellos en común. Y algo que tienen todos en común es que aprenden y enseñan ciencia. Entonces hice el ejercicio de preguntarme en qué podían contribuir los estudios que yo había hecho a eso que es común para este público.

– En este sentido, ¿cree que sus trabajos podrían dar herramientas para ayudar a popularizar la ciencia?

– Voy a responder un poco a esa pregunta en mi charla. Voy a contar un poco de lo que se sabe al respecto y, si eso genera sorpresa, algo que la gente no esperaba, entonces querrá decir que tenemos algo para decir acerca de la manera en que enseñamos la ciencia.

– En aquel texto de 2003, usted escribió que “la vida se trata de elecciones y encuentros (con personas)” ¿Qué espera de este encuentro con sus colegas de la Argentina?

– Mis colegas están embarcados en un proyecto de entrenamiento de la atención que trata de mejorar la práctica educativa para niños en situación de pobreza. Estamos intercambiando información sobre este tópico que, por supuesto, es algo muy importante, especialmente para los niños en edad preescolar. Y esto me parece un tema muy estimulante.

Fuente: El Cable Nro. 741

Gabriel Stekolschik