Lo general y lo particular

Luego de permanecer siete años en el exterior el biólogo molecular Federico Coluccio decidió volver a la Argentina. En esta entrevista con el Cable explica de qué manera los cambios en la situación de la investigación científica en nuestro país impulsaron tanto su alejamiento como su regreso.

4 de abril de 2008

– ¿Cuál fue tu formación?

– Yo ingresé a la Facultad en el año 95 a la carrera de biología. Me recibí en abril de 2000. Ya para el final de mi carrera hice el seminario para la licenciatura en el laboratorio de Omar Coso. Tenía pensado sacar una beca del Conicet para hacer mi doctorado pero no me salió. En esos años estaba bastante complicado el tema del Conicet y también de la UBA. A fines del 99 conocí a un investigador argentino que trabajaba en Estados Unidos. Me comentó la posibilidad de hacer una estancia en su laboratorio para hacer el trabajo de tesis allí. Me ofreció trabajo y cobrar un sueldo. Yo necesitaba tener una fuente de ingresos, y bueno, decidí irme y hacer el doctorado afuera, como mucha gente de mi camada.

– ¿Te costó tomar la decisión de irte?

– Sí. Yo tenía 22 años, me recibí y a las dos semanas me fui a otro país, con otro idioma, otra cultura. La verdad es que fue difícil, sobre todo en los primeros tiempos. Pero bueno, de a poco me fui adaptando y creo que me fue bien.

– ¿En qué lugar desarrollaste tu trabajo?

– Yo estaba en la Universidad de Pennsylvania. Es una universidad que está a la altura de Harvard, de John Hopkins. El volumen de investigación es alucinante, no tiene comparación con nada de lo que se hace acá. Yo trabajaba en un edificio de doce pisos. En cada piso había trescientas personas trabajando y ése era sólo uno de los tres edificios de ese tamaño. Todos los días había tres o cuatro seminarios, era imposible asistir a todos. En cuanto a mi trabajo hice diferentes cosas, desde farmacología y estudios de compuestos sintetizados nuevos, pasando por estructuras de proteínas, hasta desarrollo embrionario. Y todo eso fue porque el laboratorio que estaba a nuestra derecha hacía biofísica y bioquímica y el laboratorio que estaba a nuestra izquierda se dedicaba a desarrollo embrionario. Allí los laboratorio son mesadas consecutivas una al lado de la otra donde no hay un límite establecido y uno está en permanente interacción.

– ¿Qué similitudes y diferencias encontraste en lo que era el trabajo diario?

– La forma de trabajar allá es distinta. Cuentan con recursos ilimitados. Tal vez acá se piensan y se planean mucho más las cosas porque no podemos tirar mil tiros al aire, hay que tratar de apuntar y fallar la menor cantidad de veces posible. Desde ese punto de vista yo tenía mis diferencias con la gente de allá porque muchos hacían cosas sin saber realmente lo que estaban haciendo. Simplemente compraban un kit y lo hacían, total si se equivocaban compraban otro y lo volvían a hacer. Por otro lado creo que la formación de los graduados de la Facultad es más rica que el promedio de allá.

– En el momento de irte ¿pensabas en volver o en quedarte en el exterior?

– Yo sabía que si me iba y hacía el doctorado afuera iba a ser difícil volver porque la entrada a carrera de investigador del Conicet estaba prácticamente cerrada. Pero bueno, yo no podía hacer el doctorado sin tener una beca y acá no había recursos.

– ¿Cuándo empezaste a pensar en volver?

– Cuando terminé mi tesis en el año 2005, estuve en el país y la gente me decía que la cosa estaba mejorando, que había varios grupos que tenían subsidios del exterior, que había más recursos para investigar, que estaba funcionando la Agencia, que se había abierto el ingreso a carrera en el Conicet. También surgieron motivos personales. Había estado siete años afuera, quería volver a estar con mi familia. Mientras uno está afuera pasan cosas, mueren familiares y uno empieza a pensar que no está tan bueno estar lejos.

– ¿Cómo se fue instrumentando tu regreso?

– Al año de haber empezado mi posdoc en Estados Unidos comencé a buscar un trabajo para cuando lo hubiera terminado. Entonces en un viaje a Buenos Aires hablé con personas de distintos departamentos de la Facultad. Todo el mundo se ofreció a presentarme para la carrera de investigador del Conicet. Lo que nadie tenía era espacio físico para trabajar. Poco después, surgió la posibilidad de que me incorporara al grupo de Elizabeth Jares, que tenía unos laboratorios recién construidos y a ella le interesaba tener a alguien que hiciese biología molecular. Me contacté con ella y me ofreció el espacio, ayudarme con plata para que comience con mi línea de investigación y también estar involucrado en ciertos proyectos de su laboratorio. Entonces me presenté a la entrada a carrera a fines del 2006 y también a una beca de inserción del Conicet. En abril de 2007 salió la beca de inserción, lo que hacía muy probable que saliera la entrada a carrera. Entonces decidí volver. Volví el 7 de abril, justo siete años después de haberme ido.

– ¿La falta de espacio físico es un problema grave?

– Mucha gente está muy apretada y espacio no hay. Es una realidad. En Química Biológica hacen concursos de espacio, pero se trata de espacios vacíos y el tema es que hay que venir con un montón de plata para poder acondicionarlo.

– ¿Estás conforme con la decisión del regreso?

– La verdad es que encontré un buen nicho. Tengo recursos, un laboratorio disponible y un montón de gente dispuesta a ayudarme. Llegué con todas las ganas y toda la alegría por volver a Argentina y poder estar trabajando cerca de mi familia. La verdad es que me siento afortunado y estoy contento por eso.

Fuente: El Cable Nro. 679

Gabriel Rocca