La ley de glaciares no se enfría

Después de muchas vueltas y duros debates en Diputados, la legislación para la protección de los glaciares esta semana puede convertirse en ley. Luis Fauque, geólogo de Exactas, dio su testimonio como especialista durante las audiencias de la Cámara alta apoyando el proyecto que más se compromete con la salvaguarda de todo el entorno glacial.

29 de septiembre de 2010

Hace poco más de dos años, el proyecto de la diputada Marta Maffei que preveía la protección de los glaciares y su entorno era convertido en ley por unanimidad en ambas cámaras legislativas, pero en tres meses le llegó el veto presidencial, quedando en el limbo legal la posible intervención de zonas de gran valor geoestratégico. A partir de ese momento, surgió desde distintos sectores de la clase política el interés por definir una legislación que consigne la importancia del recurso y limite la intervención.

Tan natural como los glaciares son los intereses políticos globales y regionales que dominan la escena política, y desde fines de 2008 a esta parte aparecieron en el tapete seis proyectos de ley con distintos espíritus respecto a los límites de la intervención humana en las zonas aledañas a los glaciares. Los dos que resultaron más notorios desde un primero momento fueron el del senador Daniel Filmus (Frente para la Victoria) y el del diputado Miguel Bonasso (Diálogo por Buenos Aires).

El proyecto de Filmus nació con la venia del oficialismo después de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ejerciera el veto. Fue presentado en la Cámara alta y aprobado. Pero en su curso por Diputados no la pasó bien, fue duramente atacado por la centroizquierda y por parte del Peronismo Federal, por lo que el apoyo del PRO no terminaba de cerrar los números para la aprobación. Bonasso, por su parte, llevó un proyecto alternativo (copia fiel de aquel vetado por presidencia) que, de aprobarse, debía hacer el camino a Senadores. Puntualmente, se distinguía por el contenido del artículo segundo, relativo a la prohibición de actividades industriales en una zona definida como área periglaciar, mucho más extensa que la propuesta aprobada en Senadores. Las discusiones públicas entre Bonasso y Filmus fueron estridentes y demostraron posiciones irreconciliables (en YouTube pueden verse algunos de los fuertes choques televisivos). Pero el 14 de julio pasado, con la Cámara baja en pleno debate, los dos legisladores acordaron definir el área bajo protección con los parámetros del proyecto de Bonasso. La propuesta con modificaciones finalmente obtuvo la media sanción sin apoyo del Frente para la Victoria. El jueves próximo, entre el proyecto original de Filmus y el de Bonasso-Filmus se dirime lo que será la nueva ley. En estos días, la Comisión de Ambiente y Desarrollo del Senado está escuchando testimonios a favor y en contra de ambos proyectos.

La opinión de la Facultad

A partir de la resolución 3.227, aprobada en 2008 por el Consejo Directivo, Exactas comenzó a involucrarse en la problemática de la legislación sobre glaciares, repudiando el veto presidencial e instando a que se ratifique la ley dada de baja. La actualidad de ese recorrido fue la participación del geólogo Luis Fauque, el martes pasado, en la comisión del Senado. Acompañado por el vicedecano Juan Carlos Reboreda, el especialista y profesor de la Facultad prestó testimonio durante una audiencia que duró más de seis horas y de la que participaron 27 senadores, tres gobernadores, diez miembros de organismos oficiales y no oficiales y seis profesionales particulares.

Luis Fauque, quien participa del Foro de Recursos Naturales de la Facultad, es especialista en glaciares y, ahora, también especialista en legislación sobre el uso y preservación de los mismos. Esta fue su primera participación en una instancia legislativa. Al respecto, le explicó a el Cable que la experiencia le pareció muy enriquecedora y que lo dejó con la impresión de que “no todos entienden bien lo que están votando y eso, incluso, puede entreverse desde la redacción misma de los proyectos de ley”. Y agrega, “no niego que haya habido asesoramiento técnico pero hubiera sido más interesante un poco más de discusión técnica”, indica y, seguidamente, relata un hecho puntual que bien puede ilustrar su impresión: “Antes de mi testimonio, pude escuchar a un funcionario que habló 30 minutos y al sanjuanino José Luis Gioja, que habló más de 40 minutos. Lo miré a Reboreda, que estaba a mi lado, y le pregunté si nos habíamos equivocado de audiencia, porque los dos habían hablado sólo de minería y ni una palabra del tema que nos ocupaba”. ¿Y cuál era aquel tema? ¿El que parece dividir aguas entre los senadores? En particular, el artículo segundo de ambos proyectos, que determina la superficie a proteger.

Glaciares y compañía

Los autores de todos los proyectos de ley –partiendo de Maffei, pasando por Bonasso, Filmus y llegando a Gioja– indican claramente que los glaciares deben ser protegidos, y no ofrecen dudas sobre qué cosa debe entender la ley por el término “glaciar”. Pero el déficit está en la definición de las zonas que van más allá del glaciar. Si bien la casi totalidad de los proyectos entienden que no alcanza con proteger sólo a los glaciares e incorporan una región periglaciar, que también resulta relevante en cuando al recurso hídrico que provee, esta región es definida de tantas maneras como proyectos existen y, de acuerdo a la lectura de Fauque, “en todo caso se termina refiriendo a lo que se denomina ´glaciar de roca´”.

Para empezar por el principio, un glaciar es una masa de hielo gruesa que se origina por recristalización, acumulación y compactación de la nieve, y que bien puede mostrar flujo, al igual que un río. También existe un ambiente significativo aledaño o no a los mismos y que se denomina región periglaciar. El nombre “periglaciar” nació con una carga semántica condicionante: parece aludir únicamente a un sector que rodea a un glaciar. Fauque explica por qué no es así. “Hay dos criterios que se utilizan para determinar que un ambiente es periglaciar. En primer lugar, si existen ciclos de congelamiento y descongelamiento que dominen el medio. En segundo lugar, si hay presencia de suelos permanentemente congelados, o permafrost”. El glaciar de roca –al que harían mención los proyectos de ley, con ánimo de preservarlo– es una variante de permafrost. Es el permafrost de las zonas montañosas y que no existe, por ejemplo, en las llanuras congeladas. Ergo, el glaciar de roca es parte de la zona periglaciar pero la zona periglaciar no es sólo el glaciar de roca si no la superficie completa que ocupa el permafrost.

“Nadie discute la importancia de los glaciares como reserva de recursos hídricos”, indica Fauque, y argumenta que los estudios al respecto estipulan que en los años de pocas precipitaciones, los glaciares aportan hasta un 70 por ciento del caudal de los ríos”. Pero las contribuciones son varias. “En el aporte a los ríos, primero cuentan las nevadas, que es lo que más caudal genera, sobre todo en Mendoza y San Juan. Después sigue el aporte de los glaciares y, por último, el del ambiente periglaciario”, explica. Pero hay un detalle destacable, las temporadas donde la nieve escasea, los glaciares de roca también quedan exentos de su cobertura de nieve, que los protege del derretimiento y expone a la luz solar su cubierta detrítica, que se calienta de tal forma que optimiza la pérdida de agua. Por lo tanto, cuando menos nieve hay, más recurso entrega el glaciar de roca.

Las superficies periglaciares son muy extensas, mucho más que la que ocupan los glaciares y, de acuerdo a estudios realizados por el propio Fauque –junto con su colega Diego Azcurra– en los nevados del Aconquija, en Catamarca, los glaciares de roca representarían cerca de un 10 por ciento del total de la superficie de permafrost. Estas extensiones son objeto de disputa territorial por las provincias donde se desarrolla minería a cielo abierto, que, de acuerdo a los testimonios en las audiencias, consideran como una violación al sentido federal de la Constitución que las limitaciones en la explotación de esas regiones se establezcan en una ley nacional. Ante la pregunta de por qué, entonces, no mejor proteger sólo el glaciar de roca y omitir el resto de las extensas superficies periglaciarias, el geólogo no duda: “Primero, hay que tener en cuenta que hay zonas en las que ya no existen glaciares ni glaciares de roca pero sí hay otro tipo de permafrost, que se convierte en el único recurso hídrico en épocas de poca nieve”, afirma; y después apunta al tema que considera central y que tuvo oportunidad de aclarar ante los senadores: “Para proteger el glaciar de roca hay que proteger las zonas de aporte, porque, justamente, el glaciar de roca no es sólo hielo, es también detrito y ese detrito le llega de los laterales del valle, principalmente de lo que yo mencioné como taludes, que son cuerpos de detritos ya fragmentados, que vienen de la parte alta de la montaña”. Según la analogía de Fauque, proteger al glaciar de roca y no proteger el resto del ambiente periglaciar, “es como matar de inanición al glaciar de roca”. En números, el proyecto original de Filmus –que defienden, entre otros, los gobernadores de las provincias mineras– prevé proteger sólo los glaciares de roca, lo que dejaría desvalido al 90 por ciento de la zona periglaciaria.

Todo parece indicar que el jueves se definirá qué proyecto se convierte en ley. “Cualquiera de los dos significa un paso adelante. Por más que considere que el proyecto de Bonasso-Filmus representa la opción más favorable a la conservación de los recursos hídricos, el camino es favorable de todas formas” reflexiona el especialista y se muestra positivo pese a una pequeña señal que espera ver diluirse: durante la audiencia, algunos senadores consideraron oportuno tirar la pelota para adelante, argumentando falta de claridad y debate. Fauque no duda al respecto: “Espero que no se lleve a una dilación indefinida. Lo más negativo sería continuar en la situación actual, donde hay vía libre para el uso discrecional de nuestro patrimonio”.

Fuente: El Cable Nro. 755

Armando Doria