La historia del tiempo

Los festejos se realizarán el 30 de octubre, con la entrega del honoris causa a Eugenia Kalnay, una reconocida meteoróloga formada en Exactas. En esta nota, Mario Núñez realiza un recorrido por la historia del Departamento, creado por el impulso de Rolando García y Manuel Sadosky, que pertenecieron al Servicio Meteorológico Nacional.

15 de octubre de 2008

En febrero de 2008, el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos cumplió 50 años. Los festejos se realizarán el 30 de octubre, cuando la reconocida especialista Eugenia Kalnay recibirá el doctorado Honoris causa.

Este Departamento es el único centro de docencia e investigación universitaria del país en ciencias de la atmósfera y oceanografía, y concentra la mayor cantidad de investigadores en la disciplina de la Argentina. Su historia se remonta a comienzos de la década del 40, cuando en el país sólo había unos pocos meteorólogos europeos, que llegaron después de la Segunda Guerra Mundial.

En 1948, se fundó la Escuela Superior de Meteorología de la Nación en el ámbito del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). En 1952 se creó la especialidad en la FCEyN y la carrera se lanzó en abril de 1953. De este modo, la Argentina fue el primer país de habla hispana que formó profesionales universitarios en meteorología.

En febrero de 1958, siendo Rolando García decano de Exactas, se creó el Departamento de Meteorología como centro de enseñanza e investigación de las diferentes ramas de las ciencias meteorológicas. Ese mismo año, la Organización Meteorológica Mundial lo designó como Centro de Formación Profesional para Latinoamérica. Fueron numerosos los estudiantes de la región que se formaron en este Departamento, y muchos de ellos luego se desempeñaron como directores de los servicios meteorológicos en sus respectivos países.

Los primeros años

Mientras la Facultad funcionó en la calle Perú, el Departamento debió instalarse en una oficina prestada, en Avenida de Mayo al 700. Sólo obtuvo su espacio cuando la Facultad se mudó a Ciudad Universitaria, en el Pabellón I, junto con Matemática y Física.

Hasta el año 66, el Departamento tenía una buena relación con el SMN, que fue uno de los primeros servicios en el mundo que tuvo una red de observación de la atmósfera, con lanzamiento de globos y equipos de radiosondeo. “Rolando García fue empleado y luego director del SMN. Con una beca del Servicio se había doctorado en el exterior. También Manuel Sadosky formó parte del SMN, y diseñó en ese momento una forma de evaluar las estadísticas climáticas”, rememora el doctor Mario Núñez, director del Centro de Investigación del Mar y la Atmósfera (CIMA) y profesor emérito de Exactas.

En aquellos años, el SMN había establecido un plan de diez becas anuales, durante cinco años. La Facultad seleccionaba los candidatos, que venían de todo el país. “Yo fui uno de esos becarios”, recuerda el investigador.

Con el golpe militar del 66 se acabaron las becas, y comenzó una historia muy triste para la meteorología. “El Departamento fue uno de los que tuvo la mayor pérdida de docentes, que emigraron a Chile, Estados Unidos, o a Canadá”, destaca Núñez. Algunos ejemplos fueron Julia Nogués y Eugenia Kalnay.
En el 74, mucha gente volvió, como Rubén Norscini, que aceptó ser su director. El golpe del 76 representó, otra vez, la expulsión de docentes e investigadores en la Facultad. Además, el SMN pasó a manos de la Fuerza Aérea, hasta el 2007, “lo que atentó contra el desarrollo de la meteorología nacional”, subraya Núñez.

Con el retorno a la democracia en el 83, comienzan nuevos aires, y se obtiene equipamiento y apoyo a la investigación. En ese momento, el Departamento fue el único que tenía su sistema de cómputos propios. “Pero llevábamos unos quince años de atraso respecto de los centros mundiales de la meteorología”, asegura Núñez.

Un desarrollo importante comenzó con el envío de jóvenes investigadores al exterior. Algunos, ya doctorados, realizaban un posdoctorado. “Eso cambió la forma en que se percibía al Departamento, incluso a nivel internacional”, reflexiona el director del CIMA. Y prosigue: “En el 66, Brasil, que no tenía desarrollo en meteorología, pidió ayuda a la UBA, y se enviaron algunos docentes para formar un núcleo de ingenieros y físicos con conocimientos elementales de meteorología. Luego Brasil mandó al exterior a toda esa gente. Volvieron, y el país tuvo luego un desarrollo explosivo. Nosotros, que estábamos a la cabeza de la disciplina, ahora perdimos mucho terreno al lado de Brasil”. El vecino país supera a la Argentina en equipamiento y en número de investigadores, además, posee diversos centros de enseñanza, mientras que aquí hay uno solo.

“Pero si evaluamos las publicaciones, nuestra producción científica está acorde con ese país”, dice Núñez, con orgullo. Después de tantos años, otra vez hemos vuelto a posicionarnos, y somos reconocidos. Además de becas y subsidios de la UBA, el Conicet y la Agencia, el Departamento recibe fondos de la Unión Europea, con la cual comparte proyectos. En la actualidad, cuenta con unos 35 investigadores, y recibe gente del exterior que viene a hacer pasantías, doctorados o, incluso, posdoctorados.

Más que un cambio de nombre

En 1989, cuando Mario Núñez era director, el Departamento pasó a denominarse Ciencias de la Atmósfera. En ese momento la licenciatura era en Meteorología, pero los egresados no tenían salida laboral. El SMN impedía el ingreso de profesionales egresados de la Facultad a menos que se asimilaran a la Fuerza Aérea, ostentando un grado militar. “El primer grupo que recibió ese ofrecimiento fue mi camada, éramos trece. Muchos éramos docentes acá, y todos dijimos que no”, evoca Núñez. Más tarde, muchos se asimilaron y formaron un cuadro de meteorólogos oficiales, con tareas de gestión, y rápidamente olvidaron toda su formación científica.

A fines de los 80, la falta de salida laboral produjo una pérdida grande de estudiantes, y el Departamento corría el riesgo de ser cerrado. Por ello, se decidió cambiar el enfoque y crear la licenciatura en Ciencias de la Atmósfera, con el fin de que los egresados tuvieran una formación más amplia, que abarcara temas que no sólo tuvieran que ver con el pronóstico del tiempo, o con estudios climáticos, sino también con el estudio de la contaminación atmosférica, la hidrometeorología, la agrometeorología. Se creó también, junto con la Facultad de Agronomía, la maestría en Meteorología Agrícola.

Después, se creó la carrera de Oceanografía. “Fue arduo lograr la aprobación de la carrera por la Facultad”, señala.

Núñez admite que ahora “volvería a establecer la licenciatura en Meteorología, porque hoy el país tiene otra realidad”. Y propone: “Tal vez debiéramos dar un fuerte impulso al viejo meteorólogo, aquel de la época de Rolando García y Sadosky”.

El tiempo y el clima

Las carreras del Departamento residen en el estudio de un fluido, la atmósfera o el océano, con una buena base de física y matemática. Ahora bien, “hay una diferencia entre el tiempo y el clima, aunque a menudo el común de la gente los toma como sinónimos y no lo son”, aclara Núñez. Mientras que el tiempo puede ser definido como el estado de la atmósfera en un lugar y un momento determinados, el clima es la sucesión de estados del tiempo. Así pues, el tiempo traduce algo que es instantáneo, cambiante y en cierto modo irrepetible; el clima, en cambio, aunque se refiere a los mismos fenómenos, los traduce a una dimensión más duradera, y relativamente estable, al menos por períodos largos.

Se sabe que el clima tuvo muchos cambios en el pasado y que continuará cambiando en el futuro. En otras palabras, el clima está siempre evolucionando. Técnicamente hablando, los estudios son más complejos porque se basan en la interacción entre todas las componentes del sistema climático: la atmósfera, el océano, el suelo y la vegetación, entre otros. Los avances en la meteorología y, por ende, en la climatología se hicieron y hacen en forma paralela con el avance de la tecnología, como la aparición del radar, los satélites y las computadoras. Estas últimas permiten estudiar y predecir el tiempo atmosférico con la resolución de complejos modelos físico-matemáticos. Los modelos climáticos son los mismos que los del pronóstico del tiempo, pero los primeros se analizan para una semana, y los otros, para períodos más largos. Es una diferencia de escala.

De la meteorología se desprenden diversas disciplinas aplicadas. Por ejemplo, la meteorología agrícola se ocupa del impacto del tiempo y el clima sobre los cultivos. La hidrometeorología estudia cómo las diferencias en las lluvias inciden en el caudal de los ríos. También la contaminación atmosférica, que se vincula a la acción de los vientos y a la suspensión de contaminantes en la atmósfera, requiere estudios específicos, por ello se habla de ciencias de la atmósfera.

En la actualidad, al menos en Europa, Estados Unidos y Brasil, hay una salida laboral vinculada al pronóstico del tiempo. Las empresas privadas, en particular, las compañías de seguros, están formando grupos especializados en meteorología. El hecho es que las tasas de los seguros dependen de las condiciones climáticas: el aumento de la temperatura, las mayores sequías y el incremento de lluvias e inundaciones.

De todos modos, el Departamento sigue recibiendo un número bajo de alumnos. “Tuvimos un crecimiento grande en la matrícula en Oceanografía como consecuencia, en parte, de programas de televisión como la popular serie de Jacques Cousteau”, relata Núñez. Ahora, debido al impacto mediático del cambio climático, empezó a crecer la matrícula de Meteorología.

“Si no hubiera sido por Rolando García y por Sadosky, no sé si el Departamento hubiera existido. García insistía en que, en meteorología, había que hacer ciencia. Y primó su idea. Si se creaba en la Facultad de Ingeniería, como algunos proponían, la historia hubiera sido diferente”, concluye Núñez.

Honoris causa para Eugenia Kalnay
Eugenia Kalnay es actualmente profesora en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos en la Universidad de Maryland, en los Estados Unidos. Realizó su licenciatura en la FCEyN y fue la primera mujer que se doctoró en el Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT).

Antes de hacerse cargo de su cátedra en Maryland, fue profesora en otros centros de investigación de los Estados Unidos. Desde 1979 hasta 1986 formó parte del Centro Espacial Goddard de la NASA.

Kalnay mantiene un estrecho vínculo con la FCEyN, pues viaja con frecuencia a la Argentina para dictar cursos, dirige tesis y proyectos de investigación.

Fuente: El Cable Nro. 703

Susana Gallardo