Hombre de acero

Nicolás Bonadeo se recibió de físico en Exactas y viajó al exterior para hacer su doctorado. En Estados Unidos tuvo distintas experiencias laborales. A su vuelta pasó por Exactas y CONICET para luego incorporarse a la metalúrgica Tenaris donde hoy se desempeña como Jefe del Departamento de Física Aplicada. Durante la entrevista sostiene que la universidad debe formar profesionales para la industria y que ser físico, hoy en día, es estar laboralmente muy bien posicionado.

11 de mayo de 2016

– ¿Cuándo ingresaste a la universidad?

– Cursé el CBC en su primer año, 1985. Ingresé a Exactas al año siguiente. Mi padre es físico y fue profesor de la Facultad. Inicialmente se me había ocurrido estudiar matemática pero un par de malos profesores me convencieron de ser físico. Terminé mi licenciatura en el 92 y no concebía otra cosa que hacer el doctorado porque la única salida laboral que tenía en mente era la academia. Ni siquiera me lo planteé demasiado. En ese momento, el CONICET estaba atravesando una situación muy difícil, había muy pocas becas. La consecuencia fue que, de los treinta estudiantes que nos recibimos, 27 nos fuimos a hacer el doctorado afuera.

– ¿En qué lugar hiciste el doctorado?

– Me fui a la Universidad de Michigan. Estuve cinco años y medio haciendo el doctorado en Física Aplicada y también un par de masters en ingeniería electrónica. Terminé en el 99. En ese momento la idea de volver a la Argentina estaba presente pero el cuándo no estaba tan claro. Empecé a buscar alternativas y me surge una oferta de Bell Labs, Lucent Technology. Entonces, paso a hacer investigación en una empresa privada. Más de un año después me convocan de la empresa Tellium para formar parte de una startup. Un proyecto interesantísimo y muy conveniente desde lo económico. Al año y medio, ya quería volver al país. Justo consigo un lugar en la empresa Coherent que quería establecer una base en Argentina. Entonces me voy a Buenos Aires, contratado por ellos, con la idea de armar un laboratorio en Exactas para formar un equipo de trabajo en el marco de ese proyecto. Eso duró tres años y luego no continuó. Ahí entro a CONICET, también me presenté a concurso para profesor de Exactas pero a los ocho meses apareció la oportunidad de venir a Tenaris. En principio no quería porque prefería tener un puesto de consultor pero la compañía quería que me hiciera cargo de investigación y, finalmente, me incorporé a la empresa en 2004.

– Para alguien interesado en trabajar en la industria, ¿considerás que es mejor trabajar apenas recibido de la licenciatura o hacer primero el doctorado y luego salir al mercado?

– El problema del doctorado es que no siempre se paga. El doctorado es una inversión fuerte de cuatro, cinco o seis años y, la verdad, es que no es seguro que la diferencia salarial que logres después pague esa inversión. Para algunos puestos son requeridos los doctores pero no son muchos. En Estados Unidos puede ser que haya más pero acá no suele ser un requerimiento. Yo lo hice así porque me salió. Pero no es indispensable.

– ¿Creés que la formación en Exactas le da un nivel adecuado a sus estudiantes para trabajar en la industria?

– Creo que sí. De hecho, la gente que nosotros tomamos proveniente de Exactas es totalmente idónea. Quizá lo que falta en la carrera es mostrar que hay vida más allá de las partículas. Hay mucha gente que no sabe que es una posibilidad trabajar en la industria. Es cierto que es un posibilidad limitada, los INVAP, los ARSAT, los TENARIS, son contados con los dedos de las manos. Pero hay posibilidades. Cuando nosotros hemos publicado algún anuncio ha aparecido bastante gente interesada. Además, nos ha costado llenar vacantes porque hay ciertos perfiles que son muy difíciles de conseguir.

– ¿Cómo evaluás la política de acercamiento entre ciencia e industria que se viene implementando en los últimos años?

– Yo creo que es fundamental. En Estados Unidos de cada diez egresados, tres van a la academia y siete a la industria. Uno de los roles fundamentales de las universidades es educar para la industria. Sin eso no sabría decir por qué se usan los impuestos de toda la sociedad para bancar a las universidades. El señor que hace cosas muy básicas, está bien, hace avanzar a la ciencia. Pero ese señor que sabe enseñar, que es inteligente, que tiene herramientas novedosas para encarar problemas, enseña a un montón de gente que luego aplica lo aprendido a problemas mucho más terrenales que tienen impacto sobre la economía real. Si no hacemos eso, estamos generando egresados para que cubran posiciones en universidades extranjeras.

– ¿Hubo avances en este sentido?

– Creo que hubo avances pero falta un montón. Yo en mi diaria veo compañías que no tomaban físicos y que hoy los toman. Veo una clara intención del ministro Barañao en lograr que esto pase. Veo la movida de INVAP, ARSAT, donde trabaja una cantidad no menor de físicos. Se está haciendo todo eso. Ahora, crear masa crítica es muy complicado y lleva tiempo.

– ¿Hay demanda en el mercado laboral para que los nuevos físicos encuentren trabajo en la industria?

– Yo creo que sí. Aunque no sé si las mayores posibilidades de inserción están en los lugares tradicionales. Yo lo veo más en compañías más chicas. Pienso que pasa más por emprendimientos tipo startups. Por ejemplo: impresión 3D, es un tema bastante físico, hay láser, hay materiales, no me sorprendería que trabaje gente de física en eso. No tengo dudas, ser físico en el mundo actual es un buen lugar donde estar posicionado laboralmente. La Argentina tiene sus vaivenes pero es una profesión que ha crecido laboralmente un montón porque se han dado cuenta del peso que tiene la innovación. Entonces, si vos tenés un grupo de ingenieros, tenés que tener un físico y, tal vez, un matemático.

Gabriel Rocca