Estudian controlar invasión de mejillones

Científicos de la Universidad de Windsor, Canadá y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, iniciaron trabajos en conjunto para analizar estos pequeños moluscos que generan importantes daños económicos al obstruir conductos de plantas industriales y potabilizadoras.

23 de agosto de 2010

Los Grandes Lagos en Canadá y la Cuenca del Plata en la Argentina tienen problemas comunes. Ambos han sido invadidos por pequeños mejillones exóticos, de distintas especies, pero que comparten ciertas similitudes, y la misma inquietud por los efectos en el sistema ecológico. De apenas unos 3 centímetros de talla, estos moluscos pueden afectar a gigantes económicos como centrales atómicas, plantas potabilizadoras e industriales al obstruir tuberías. Con el fin de estudiarlos, compararlos y mejorar los controles para evitar sumar un nuevo problema en cada lugar, científicos de la Universidad de Windsor, Ontario, y de Buenos Aires (UBA), comenzaron a trabajar en conjunto.

“La idea es analizar semejanzas y diferencias entre el mejillón dorado que afecta acá, y el mejillón cebra que invadió allá. En sus hábitos y tamaño son parecidos, y si bien ambos son moluscos, pertenecen a distintas familias”, indica Demetrio Boltovskoy, del Departamento Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, quien es director de tres biólogos argentinos: Francisco Sylvester, Esteban Paolucci y Pablo Perepelizin, que participan de este proyecto y que se encuentran en este momento en Canadá.

Estos mejillones intrusos llegaron probablemente como polizones en buques cargueros, y en nuestro país se estima que arribaron al río de la Plata hacia 1990 y hoy colonizaron toda la Cuenca: Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay. “Aún no tenemos noticias de que alcanzaron el Amazonas, pero creemos que será muy pronto”, estima el especialista quien sigue sus pasos desde los primeros indicios de este invasor proveniente de Asia.

De menos de un gramo de peso, estos mejillones son enormemente prolíficos y se pueden reproducir hasta nueve meses al año. Sobre roca, madera, cemento o cañerías, cada uno fija sus filamentos y allí queda junto a miles y miles de congéneres. ¿Un ejemplo? Los 47 kilómetros cuadrados de Embalse Río Tercero en Córdoba, albergan 45 mil millones de mejillones según un estudio publicado en la revista Hydrobiologia en 2009 por Boltovskoy, junto con Alexander Karatayev, Lyubov Burlakova, Daniel Cataldo, Vadim Karatayev, Francisco Sylvester y Alejandro Mariñelarena, de centros académicos de la Argentina y Estados Unidos.

“La planta de energía nuclear que funciona en Embalse tuvo que parar varias veces a raíz de este molusco”, relata Boltovskoy. Si bien son diversos los métodos para erradicarlos como pinturas antiincrustantes, filtros, remoción manual u otros; el más habitual es con sustancias que atacan a los moluscos. “Tres veces al año se utiliza un producto moluscicida que mata a estos mejillones”, indica.

Cambios a la vista

Hoy en Embalse, como en cualquier otro lugar invadido por estos mejillones, es posible ver que tapizan rocas o piedras y resulta desagradable asirlas. Desde su llegada, el paisaje cambia en diversos sentidos. En Río Tercero, por ejemplo, las aguas son más transparentes ahora, que antes de su presencia. “Actualmente se ve hasta un metro y medio más de profundidad que antes, porque este animal filtra las partículas en suspensión, y las manda al fondo”, explica Boltovskoy tras analizar cómo fue variando ese lago artificial a lo largo del tiempo dado que se dispone de datos desde los años 80 a raíz de los estudios realizados para instalar la planta nuclear.

En otro aspecto, las larvas de estos mejillones resultan un plato atractivo para los pequeños sábalos, que de adultos representan el 60% de la biomasa de peces de la Cuenca del Plata, según un estudio publicado en Freshwater Biology por Boltovskoy, Cataldo, Esteban Paolucci y Erik Thuesen. “Probablemente, al ser un alimento nutritivo, las larvas de mejillones estén relacionadas con el aumento de producción de peces registrado en los últimos años”, indica.

Por otro lado, a estos intrusos se los relaciona con la frecuencia y la intensidad de floración de algas tóxicas. “Esto no está demostrado en la Argentina, pero sí en el norte”, puntualiza, al tiempo que destaca: “Más allá de ciertos cambios que pueden suponerse positivos, toda invasión biológica es indeseable”.

Con expectativas por el acuerdo de intercambio con científicos de Canadá para seguir de cerca estas especies invasoras, Boltovskoy, concluye: “Esta posibilidad es excelente. No sólo conoceremos más de esta especie, sino que el hecho que se incorpore a trabajar en este tema un instituto importante como el GLIER (Great Lakes Institute for Environmental Research) de la Universidad de Windsor muy activo internacionalmente, es muy bueno porque nos ayudará a saber más”.

Fuente: Publicado en La Nación el 23/08/2010

Cecilia Draghi