Mi semana con los Nobel

La química argentina Florencia Marchini fue seleccionada para formar parte de un evento que constituye un sueño para todo investigador: pasar toda una semana en un lugar idílico compartiendo diversas actividades con alrededor de treinta ganadores del Premio Nobel. Reuniones y charlas con los laureados, intercambio con jóvenes científicos de todo el mundo y hasta un viaje en Zeppelin fueron parte de esta experiencia extraordinaria.

16 de agosto de 2017

“Haber estado allí fue algo increíble, una vivencia única. Sin dudas es una experiencia que te marca para toda tu vida”, asegura, desbordante de entusiasmo, Florencia Marchini a pocos días de haber regresado de Alemania donde participó de la 67ma. Reunión Lindau de Premios Nobel.

Lindau es una pequeña localidad alemana de 25 mil habitantes. El evento se desarrolla en la parte antigua de la ciudad, que se encuentra enclavada en una isla sobre la costa noroeste del lago Constanza, ubicado en la frontera que comparten Alemania, Austria y Suiza.

El primer encuentro se llevó a cabo en 1951 con el fin de reanudar los contactos científicos europeos después de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, su objetivo principal es el intercambio cultural e intergeneracional de conocimientos y experiencias, y la creación de redes globales.

Las reuniones se realizan anualmente y están dedicadas, cada vez, a una disciplina en particular: química, física o medicina y, cada cuatro años, la convocatoria es interdisciplinar. En cada oportunidad participan alrededor de 30 laureados con el Premio Nobel que comparten una semana con unos 400 jóvenes científicos provenientes de cerca de 80 países de todo el mundo. Para llegar al evento deben superar un riguroso proceso de selección.

“Ellos no buscan personas que solo sean científicamente productivas sino que también tienen que mostrarse interesadas en los problemas que enfrenta el planeta”, explica Marchini, quien hizo su carrera en Exactas UBA y ahora está muy cerca de terminar su doctorado en Ciencias Químicas. Y se explaya: “En el encuentro se discutió mucho qué rol debe ocupar la ciencia para desechar un montón de mitos y conceptos erróneos que se esparcen por todos lados y se instalan en la gente, como la corriente antivacunas y el negacionismo del cambio climático. Tenemos que estar comprometidos”, afirma.

La estadía se desarrolla en el marco de una apretadísima agenda de actividades que se extiende de la mañana a la noche. Empieza muy temprano con “desayunos científicos”, y sigue durante toda la jornada con conferencias, clases magistrales, paneles de discusión y, todas las noches, eventos sociales organizados por instituciones públicas o privadas que colaboran con el evento. Dado que muchas actividades ocurren en simultáneo, los jóvenes científicos tienen la posibilidad de charlar con los Nobel en un ámbito relajado y casi íntimo. “Lo que a mí más me llegó fue la sensación que ellos transmiten de cercanía real, de que todos somos iguales. Ellos nos contaban que tuvieron que  atravesar los mismos obstáculos que uno enfrenta cada día; que ellos estuvieron en el momento justo en el lugar correcto, pero que el denominador común es ser persistente, apasionado, convertirte en un experto en lo que te gusta, pensar distinto, tener una idea ‘fuera de la caja’.  Después, todo va a llegar. Me pareció sumamente inspirador”, recuerda Marchini.

El viaje le permitió a Florencia conocer a algunos de los científicos que más admira y cuyos libros leyó durante la carrera. Uno de ellos fue Rudolph Marcus (Premio Nobel 1992). “Era una situación increíble, yo estudié la teoría de Marcus y también la teoría RRKM, esa ‘M’ final también es de Marcus. Y, de golpe, estaba ahí con él, me saqué fotos, charlé, durante un viaje en barco por el lago le pregunté: ¿Cómo se te ocurrió la teoría? Era algo surrealista”, cuenta como si todavía no pudiera terminar de creer lo que vivió.

Durante el encuentro se podían experimentar situaciones muy singulares como compartir una clase de yoga, hacer algún deporte con un Nobel o, como le pasó a Florencia, volar en Zeppelin. “Nos llevaron hasta un aeródromo cercano, allí nos esperaban para contarnos la historia de los Zeppelin y explicarnos que hoy en día son usados para investigaciones oceanográficas. Éramos unas doce personas, con seis premios Nobel. Al presentarnos nos dimos cuenta de que todos los convocados teníamos un denominador común: trabajábamos en energías limpias. Para mí fue un halago que me eligieran para compartir un momento tan particular”, asegura Marchini cuyo tema de tesis está relacionado con el desarrollo de un método para extraer de manera limpia y eficiente el litio de la salmuera de los salares. Ese trabajo lo está llevando adelante en el laboratorio que dirige Ernesto Calvo en el INQUIMAE (UBA – CONICET).

Marchini fue una de las únicas tres personas de la Argentina que concurrieron a Lindau. Una de las razones por las cuales la representación argentina fue tan escasa, es que se trata de un evento poco difundido. “Todos los que estábamos allí habíamos llegado porque algún conocido nuestro ya había participado. Por eso me parece necesario darle más visibilidad, para que muchos puedan aprovecharlo”, afirma y completa: “En la Facultad tenemos muchos candidatos potenciales para Lindau. En Argentina tenemos una calidad educativa universitaria de primer nivel. Eso lo descubrí interactuando con gente de todo el mundo, incluso de los países más desarrollados del planeta. Estamos completamente a la altura. Por eso, todos los que quieran ir a Lindau no dejen de postularse. Es una oportunidad para no desaprovechar”.

Gabriel Rocca