(De izq. a der.) Mónica Iglesias, Alejandra Valverde, Julieta Sganga, Sergio Rodríguez Gil (Laboratorio de Artrópodos), Carlota Vermal y Cecilia López (Oficina de Vinculación y Transferencia Tecnológica).
(De izq. a der.) Mónica Iglesias, Alejandra Valverde, Julieta Sganga, Sergio Rodríguez Gil (Laboratorio de Artrópodos), Carlota Vermal y Cecilia López (Oficina de Vinculación y Transferencia Tecnológica).

En busca de los escorpiones porteños

La Facultad firmó un convenio de colaboración y asesoramiento con la Ciudad de Buenos Aires con el objetivo de evaluar las dimensiones reales de la presencia de escorpiones en territorio porteño y el riesgo que implica para las personas. Con ese fin, investigadores de Exactas realizarán tareas de monitoreo y sugerirán al gobierno estrategias para controlar su población.

6 de julio de 2017

Podría haber sido el inicio de una mala película de terror clase B, de esas que se pueden ver en algún lejano canal del cable, pero no, el hecho ocurrió y tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires. A principios de enero de este año, los porteños nos despertamos con una noticia que provocó temor: un chico de 5 años, en el barrio de Palermo, había sido picado en el cuello por un escorpión. Fue rápidamente internado y su vida corrió un grave peligro.

A partir de ese momento se multiplicaron las noticias y las denuncias de personas que habían visto o sufrido algún tipo de incidentes con escorpiones en la Ciudad. ¿Qué es lo que verdaderamente está ocurriendo en esta capital? ¿Estamos sufriendo una suerte de invasión de estos arácnidos o todo es producto de algún tipo de psicosis colectiva provocada por los medios? Y si es real, ¿qué es lo se puede hacer para controlar su población?

Con el objetivo de dilucidar todas estas cuestiones el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires solicitó la ayuda de la Facultad y se redactó un convenio de asistencia técnica y colaboración por el cual un equipo de investigadores y becarios realizará un monitoreo para estimar si existe una invasión de escorpiones -también llamados alacranes– en territorio porteño y sugerir estrategias para evitar el crecimiento de su número.

“El GCBA realizó un primer contacto con nosotros en enero y hacia fines de abril ya habíamos firmado el convenio”, relata Cecilia López, subsecretaria de Investigación Científica y Tecnológica, a cargo de la Oficina de Vinculación y Transferencia Tecnológica. Este acuerdo, que se extiende por 25 meses y es renovable por otros 24,  viene a sumarse a otros tres que ya existen con la Ciudad y que se vienen desarrollando hace años: uno de ellos relacionado con roedores y los otros dos con mosquitos. “La Facultad tiene un compromiso muy fuerte con la transferencia de tecnología y el asesoramiento científico a instituciones públicas para que puedan implementar políticas basadas en la evidencia que tengan un impacto real en el bienestar de la población”.

La presencia de escorpiones en la Ciudad no es nueva. Alguna hipótesis señala que los alacranes habrían llegado a Buenos Aires a principios del siglo XX entre los troncos de las maderas transportadas por trenes desde el norte del país. Sin embargo, los datos que se manejan hasta el momento son suficientes como para dejar en claro que lo ocurrido este verano requiere de una atención urgente.

“La ley establece que todas las picaduras de arácnidos -el escorpión es un arácnido- que ingresan en una dependencia médica deben ser denunciadas obligatoriamente a las autoridades sanitarias. Basándonos en esa información pudimos ver que: en los primeros cuatro meses de 2015 se reportó un solo caso; igual cantidad para el mismo período de 2016; pero en 2017, hasta el 31 de mayo la cifra había trepado hasta los 31 casos”, precisa Mónica Iglesias, docente de la Facultad e investigadora del Laboratorio de Artrópodos. Y remata: “Los números son contundentes”.

La especie más común en la CABA es Tityus trivittatus. Estos escorpiones poseen un veneno peligroso para los humanos -particularmente para niños, ancianos y personas inmunodeprimidas-,  y si no es bloqueado a tiempo afecta el corazón y puede provocar  paros cardíacos. Existe un antídoto específico contra esta toxina realizado en el Instituto Malbrán que si es aplicado con rapidez mejora mucho el pronóstico para la persona afectada.

T.  trivittatus se adapta muy bien a los ambientes urbanos modificados por la actividad humana. Busca lugares cálidos, húmedos y oscuros, por eso resultan ideales como refugio los túneles del subterráneo, las cámaras de luz, alcantarillas, las obras donde se acumulan escombros, las grietas de casas antiguas, entre otros lugares. Tiene hábitos nocturnos, durante el día permanece escondido y cuando oscurece sale para buscar su alimento preferido: cucarachas.

Los monitoreos comenzarán por algunos lugares clave, como la red de subterráneos y en tres hospitales: Ricardo Gutiérrez, Pedro de Elizalde y Bernardino Rivadavia. Para poder realizar este trabajo, ocho becarios se sumarán al grupo de investigadores.

“No queremos que este trabajo quede reducido sólo a un monitoreo. Creemos que esta tarea debe  tener tres patas para poder hacer una aporte significativo a la sociedad: el monitoreo propiamente dicho; la investigación, porque cuanto más sepamos sobre estos escorpiones mejor vamos a poder controlarlos; y la extensión, porque nos parece muy importante reunirnos con médicos, con los trabajadores del subte y también en ámbitos educativos, para brindarles la mayor información posible”, detalla Iglesias y completa: “Con todos los datos reunidos le vamos a sugerir al GCBA las estrategias a seguir para que implemente acciones que permitan controlar la población de alacranes de manera que esta situación no se convierta en un problema sanitario importante”.

Quiénes son

El equipo de trabajo está compuesto por un grupo de investigadores del Laboratorio de Artrópodos. Ellos son: Mónica Iglesias, Julieta Sganga, Alejandra Valverde y Sergio Rodríguez Gil.

Gabriel Rocca